Era un hombre raro, algunos aún lo
llamarían joven, cuando se ha pasado la treintena no se es nada,
pero en el corazón se siente una extraña vejez, esa sensación de
ver como los años pasan y realmente no has hecho nada importante,
probablemente nunca lo harás.
No nos vayamos del tema con la edad,
porque lo importante de su rareza era que le gustaba todo, que había
descubierto el arte en cada rincón del mundo, el olor de la vida era
arte, el color del alma era arte, el sonido de la luz, el sabor de la
madera o el tacto del agua. Todo ello le producía un avanzado estado
de nostalgia que le obligaba a recordar y añorar lo pasado, porque
nunca lo presente era tan hermoso como lo que ya había ocurrido,
nunca el nuevo museo era mejor que el anterior, ni una canción más
bella que otra. Su cuerpo no podía sentir toda la belleza del mundo
al mismo tiempo y se postraba ante una búsqueda infinita de lo que
colmara sus expectativas, del objeto rotundo del arte que cambiara su
forma de ver el mundo.
Pasaba la vida oyendo música, los
amores de su vida estaban rebosantes, siempre eran compatibles,
aunque al final la pasión acababa rompiendo el amor, nadie podía
aguantar amar todo, pero amarlo de corazón con el alma. Era fácil
que al hombre que todo le gusta amara la música heavy, pero los
géneros se acababan, y para él llegaban las rancheras, los tangos o
la muñeiras... y la adoración se esfumaba para dar paso a la
incomprensión de tener a alguien raro a la batalla.
Ya sabemos que la familia lo acepta
todo, los perros verdes los hay en cualquier estirpe, algo asumido y
hasta en cierto punto esperado. Pero igual que ésto y que ésta
verdad es que la discordia es imprescindible y adjudicado de forma
automática. ¡Ay! Pero el hombre que todo el gusta amaba a toda su
familia, de hecho amaba hasta al vecino amargado cuyo perro meaba en
su portal. Así que sin querer había conseguido apartar a gran parte
de su familia, porque no se puede vivir sin posicionarse, el mundo
espera una postura y un posicionamiento, porque si no estás a su
lado, simplemente no existes, o no interesas, a no ser que sea tu
madre.
La política era otro gran problema,
entre partidos políticos con escándalos crecientes y algunos ya
enquistados, porque ¿Para qué van a crecer más?, nuestro hombre
buscaba lo positivo, miraba cada una de las opciones e intentaba
sacar lo cortés de cada una, lo más diplomático para que unidos se
pudiera crear el ideal, pero en estos tiempos, no era un opción
real, cuando el germen de las ideas es ir contra el compañero y la
aversión más a los colores que a las ideas.
Estás conmigo o contra mi, la
había oído tanto, y tantas veces la había intentado litigar
intentando que no se convirtiera en un dogma de fe para odiarle por
sentir amor por todo y por todos, que irónicamente había comenzado
a apreciar discutir sobre el tema, porque al menos le ayudaba el
sospechar que si discutía el universo se enteraba de algo: Que no se
resignaba.
Nuestro hombre nunca se resigno, ni a
buscar la belleza, ni a aceptar que la masa no la buscaba. ¿Cómo no
podían buscarla? No había más en el mundo que eso, era la razón
para vivir, un color, una canción o un sentimiento. Con entereza
decidió que no iba a dejar que su huella no quedara, y su estela
sería eso que dejaría al morir, el arte definitivo, lo que no se
pudiera superar, la técnica perfecta, la disciplina suprema, el
orden absoluto y la sutileza impecable.
Tenía que encontrarlo, y por ello se
decidió a recorrer el globo conociendo toda la creación, conociendo
eso que nunca nadie había mirando como debería, porque entre tanto
genio, lo que esperaba debía haberse creado, para ser encontrado,
seguro que fue engendrado, pero no dio tiempo a explicarlo y
mostrarlo para ser adorado por siempre como prototipo eterno, que
puede ser copiado, pero nunca superado.
El hombre que todo amaba recorrió todo
el globo, vio bellos atardeceres en el desierto, se aturdió con las
largas cataratas, lloró con interminables orgasmos con amores
extraños, que como dice una canción: Te hacen cínico, pero
que él le daban el valor para seguir, sintió el frío y la belleza
de la Aurora Boreal, compartió su vida a los pies de montañas
inexploradas y aguantó la respiración para no sufrir el síndromes
de ciudades tan hermosas como el olor de las infusiones del interior
de una casa a la orilla del mar.
Pero todo lo que vio en su vida solo le
llenaba de forma momentánea, así que decidió volver a su casa, y
así ordenar sus recuerdos y sus historias. Al volver todo seguía
igual, nada había cambiado, él seguía siendo raro, el mundo lo
veía insólito y lo trataba de manera singular, pero todo daba
igual, cuando se iba acercando, se dio cuenta que en todo su viaje,
el pasado se había reducido a una cosa bella, a su madre, era lo que
echaba de menos, la obra de arte que más ganas tenía de ver, y por
primera vez lo que vio en el pasado no era más hermoso de lo que iba
a ver en el futuro.
Pero dos años era mucho tiempo, sobre
todo en una salud maltrecha, murió, leyendo sus cartas y viendo sus
fotos y postales. Un familiar le entregó una carta de su madre, que
le dejó ella por si no le daba tiempo a reencontrarse: Espero que
consiguieras encontrar lo que buscabas, porque yo lo atisbo cada vez
que te recuerdo. Te quiero.
La lluvia irrumpió en su vida y pasó
su vida mirando el mar, pensando en el olor de sus manos, la luz de
sus ojos, el sabor de su comida, el sonido de sus consejos y el tacto
de su corazón. Y entonces comprendió que su madre era aquella obra,
y que él era para ella aquello que buscaba. La amargura se apoderó
de su corazón y cerró todo su sentir, ahora ya si que nada podría
llenarlo, porque ya sabía lo único que podría hacerle feliz, y
aquello no existía, se había esfumado, borrado, velado, apagado...
hasta no quedar nada.
Si pudiera dar su vida por un segundo
con ella, estoy seguro que no dudaría en firmar el contrato con su
felicidad, aunque ello fuera lo último que hiciera. Con el viento en
su cara el dolor de su esencia no le dejaba respirar, la pena de
haberle privado a alguien de su obra perfecta palidecía en sus
entrañas. Nunca se lo podría perdonar, por ella y por él, y aunque
no lo parezca, destilar las entretelas del pecho, con el tiempo
reveló la única verdad, que el fin no era encontrar nada, era
convertirse para los ojos de alguien en lo que llenara su retina, y
conseguir amar a esa persona como la magnificencia, ya sea gordo, ya
sea tu primo, ya sea bizca, ya sea tu hija o ya sea el individuo más
fascinante nunca visto en el orbe, ya sea tu amor.
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