lunes, 23 de junio de 2014

El hombre que todo lo ama


Era un hombre raro, algunos aún lo llamarían joven, cuando se ha pasado la treintena no se es nada, pero en el corazón se siente una extraña vejez, esa sensación de ver como los años pasan y realmente no has hecho nada importante, probablemente nunca lo harás.

No nos vayamos del tema con la edad, porque lo importante de su rareza era que le gustaba todo, que había descubierto el arte en cada rincón del mundo, el olor de la vida era arte, el color del alma era arte, el sonido de la luz, el sabor de la madera o el tacto del agua. Todo ello le producía un avanzado estado de nostalgia que le obligaba a recordar y añorar lo pasado, porque nunca lo presente era tan hermoso como lo que ya había ocurrido, nunca el nuevo museo era mejor que el anterior, ni una canción más bella que otra. Su cuerpo no podía sentir toda la belleza del mundo al mismo tiempo y se postraba ante una búsqueda infinita de lo que colmara sus expectativas, del objeto rotundo del arte que cambiara su forma de ver el mundo.

Pasaba la vida oyendo música, los amores de su vida estaban rebosantes, siempre eran compatibles, aunque al final la pasión acababa rompiendo el amor, nadie podía aguantar amar todo, pero amarlo de corazón con el alma. Era fácil que al hombre que todo le gusta amara la música heavy, pero los géneros se acababan, y para él llegaban las rancheras, los tangos o la muñeiras... y la adoración se esfumaba para dar paso a la incomprensión de tener a alguien raro a la batalla.

Ya sabemos que la familia lo acepta todo, los perros verdes los hay en cualquier estirpe, algo asumido y hasta en cierto punto esperado. Pero igual que ésto y que ésta verdad es que la discordia es imprescindible y adjudicado de forma automática. ¡Ay! Pero el hombre que todo el gusta amaba a toda su familia, de hecho amaba hasta al vecino amargado cuyo perro meaba en su portal. Así que sin querer había conseguido apartar a gran parte de su familia, porque no se puede vivir sin posicionarse, el mundo espera una postura y un posicionamiento, porque si no estás a su lado, simplemente no existes, o no interesas, a no ser que sea tu madre.

La política era otro gran problema, entre partidos políticos con escándalos crecientes y algunos ya enquistados, porque ¿Para qué van a crecer más?, nuestro hombre buscaba lo positivo, miraba cada una de las opciones e intentaba sacar lo cortés de cada una, lo más diplomático para que unidos se pudiera crear el ideal, pero en estos tiempos, no era un opción real, cuando el germen de las ideas es ir contra el compañero y la aversión más a los colores que a las ideas.

Estás conmigo o contra mi, la había oído tanto, y tantas veces la había intentado litigar intentando que no se convirtiera en un dogma de fe para odiarle por sentir amor por todo y por todos, que irónicamente había comenzado a apreciar discutir sobre el tema, porque al menos le ayudaba el sospechar que si discutía el universo se enteraba de algo: Que no se resignaba.

Nuestro hombre nunca se resigno, ni a buscar la belleza, ni a aceptar que la masa no la buscaba. ¿Cómo no podían buscarla? No había más en el mundo que eso, era la razón para vivir, un color, una canción o un sentimiento. Con entereza decidió que no iba a dejar que su huella no quedara, y su estela sería eso que dejaría al morir, el arte definitivo, lo que no se pudiera superar, la técnica perfecta, la disciplina suprema, el orden absoluto y la sutileza impecable.

Tenía que encontrarlo, y por ello se decidió a recorrer el globo conociendo toda la creación, conociendo eso que nunca nadie había mirando como debería, porque entre tanto genio, lo que esperaba debía haberse creado, para ser encontrado, seguro que fue engendrado, pero no dio tiempo a explicarlo y mostrarlo para ser adorado por siempre como prototipo eterno, que puede ser copiado, pero nunca superado.

El hombre que todo amaba recorrió todo el globo, vio bellos atardeceres en el desierto, se aturdió con las largas cataratas, lloró con interminables orgasmos con amores extraños, que como dice una canción: Te hacen cínico, pero que él le daban el valor para seguir, sintió el frío y la belleza de la Aurora Boreal, compartió su vida a los pies de montañas inexploradas y aguantó la respiración para no sufrir el síndromes de ciudades tan hermosas como el olor de las infusiones del interior de una casa a la orilla del mar.

Pero todo lo que vio en su vida solo le llenaba de forma momentánea, así que decidió volver a su casa, y así ordenar sus recuerdos y sus historias. Al volver todo seguía igual, nada había cambiado, él seguía siendo raro, el mundo lo veía insólito y lo trataba de manera singular, pero todo daba igual, cuando se iba acercando, se dio cuenta que en todo su viaje, el pasado se había reducido a una cosa bella, a su madre, era lo que echaba de menos, la obra de arte que más ganas tenía de ver, y por primera vez lo que vio en el pasado no era más hermoso de lo que iba a ver en el futuro.

Pero dos años era mucho tiempo, sobre todo en una salud maltrecha, murió, leyendo sus cartas y viendo sus fotos y postales. Un familiar le entregó una carta de su madre, que le dejó ella por si no le daba tiempo a reencontrarse: Espero que consiguieras encontrar lo que buscabas, porque yo lo atisbo cada vez que te recuerdo. Te quiero.

La lluvia irrumpió en su vida y pasó su vida mirando el mar, pensando en el olor de sus manos, la luz de sus ojos, el sabor de su comida, el sonido de sus consejos y el tacto de su corazón. Y entonces comprendió que su madre era aquella obra, y que él era para ella aquello que buscaba. La amargura se apoderó de su corazón y cerró todo su sentir, ahora ya si que nada podría llenarlo, porque ya sabía lo único que podría hacerle feliz, y aquello no existía, se había esfumado, borrado, velado, apagado... hasta no quedar nada.


Si pudiera dar su vida por un segundo con ella, estoy seguro que no dudaría en firmar el contrato con su felicidad, aunque ello fuera lo último que hiciera. Con el viento en su cara el dolor de su esencia no le dejaba respirar, la pena de haberle privado a alguien de su obra perfecta palidecía en sus entrañas. Nunca se lo podría perdonar, por ella y por él, y aunque no lo parezca, destilar las entretelas del pecho, con el tiempo reveló la única verdad, que el fin no era encontrar nada, era convertirse para los ojos de alguien en lo que llenara su retina, y conseguir amar a esa persona como la magnificencia, ya sea gordo, ya sea tu primo, ya sea bizca, ya sea tu hija o ya sea el individuo más fascinante nunca visto en el orbe, ya sea tu amor.

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